La calle Sierpes
Rebuscando entre revistas viejas encontré esta foto de la calle Sierpes, de 1975. Desde que en 3º de Bachillerato dejé de usar el autobús para ir al instituto, para mí era paso obligado cuatro veces al día, de lunes a viernes (12 kms. al día entre idas y vueltas, mañana y tarde; tres horas a paso rápido, un excelente ejercicio). Siempre le tuve un especial cariño a esa calle, que hoy apenas reconozco cuando la recorro. Todavía se mantiene la confitería La Campana, cuyo escaparate me gustaba mirar (aunque muy rara vez comprara algo), y siguiendo la misma acera, la papelería de las plumas carísimas y la relojería de los Rolex inalcanzables. A continuación había una pequeña armería, que ya no existe, como tampoco existe el cine Imperial. Llegamos al campo de visión de la foto: ahí se aprecia la armería Zulategui, cuando todavía era armería (se ven claramente las escopetas alineadas). Esa explanada que se abría delante de la armería era el lugar preferido de los vendedores ambulantes, que abrían su mesa de tijera y pregonaban (¡qué perdido está ese arte!) enormes lotes de bolígrafos que luego no pintaban, y un curioso extractor de zumo (pequeña pieza de plástico hueca en forma de tornillo) que al parecer sólo funcionaba con las naranjas que ellos llevaban para la muestra... vaya usted a saber de qué variedad serían. A la derecha de la foto se puede ver parte de los cartelones del cine Llorens, en el que tooooodas las Semanas Santas reponían Ben-Hur, y al lado la heladería con los helados más bastos, pero mejor despachados que recuerdo en Sevilla. Lástima que no se vean en la foto los escaparates de Vilches, tienda de objetos de subastas y decomisos: radios, plumas, relojes, grabadoras y chismes de lo más curioso, y de una librería (desaparecida) en la acera de enfrente, en cuya vitrina estuvo bastante tiempo un libro que tenía en portada la foto de tres cachorritos de zorro asomando la cabeza fuera de la madriguera; hoy día una foto así se utiliza para fomentar los sentimientos ecologistas, pero entonces acompañaba al título: “El control de las alimañas”. Los tiempos cambian. Quizá alguno de vosotros se acuerde de la librería, porque muy cerca de ella solía ponerse un hombre con una palangana de agua en la que había pequeñas piezas de plástico en forma de barquito, a las que se les aplicaba en una ranura posterior una pelotilla blanca, que al reaccionar con el agua provocaba el movimiento. Creo que alguno preguntó a Don Narciso qué producto químico podría ser aquél, aunque nuestro profesor no lo tenía muy claro. Pero, ¿sabéis qué es lo que más me gusta de esta foto? La gente. Aquí se ve la gente que circulaba por la calle Sierpes hace 35 años. Mirad en la parte de abajo, ese sombrero cordobés de tratante de ganado; esos señores mayores que hacían corrillos para conversar, y que parecía que se pasaban la vida parados en el mismo sitio; la forma en que visten/vestíamos en aquella época... Eso se ha perdido, y es lo que más echo en falta cuando piso esa calle.Saludos, compañeros.
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