LA DECENCIA DE LA DOCENCIA
COMO es de dominio público, la Junta de Andalucía pretende combatir el fracaso escolar ofreciéndole a los profesores un incentivo de siete mil euros, siempre y cuando se comprometan a aprobar a más alumnos. Puedo imaginar lo bien que le vendrían esos siete mil euros a nuestros maestros, porque sus salarios están congelados desde hace años y porque muchos de ellos tendrán deudas e hipotecas como todo el mundo. Sin embargo, en un gesto que les honra y que no quiero dejar de elogiar, la mayoría de profesores andaluces ha rechazado el soborno de la Junta. Es la mejor noticia que podíamos recibir.
Quiero creer que las eminencias educativas de la Junta son cándidas —para no dudar de su honradez— o que han caído en la demagogia —para no dudar de su inteligencia— pues si un maestro aceptara esos siete mil euros, estaría admitiendo «de facto» que sus evaluaciones eran incorrectas, arbitrarias y deshonestas, porque ningún profesor que ya cumple con su deber necesita que lo estimulen con siete mil euros para hacerlo mejor. Por lo tanto, la sola ocurrencia de ofrecer un incentivo económico ya era un insulto, un menosprecio y una denigración contra el estamento docente.
Durante los años 70, quienes estaban a favor de una pedagogía progresista propugnaban una «conciencia crítica» que le diera sentido al conocimiento, porque entonces se creía que la ciencia, el arte y las humanidades tenían que ser continuamente cuestionadas por el educando y los educadores. ¿Qué ha ocurrido con esa generación? ¿Ningún profesor o alumno socialista de aquellos años ha sobrevivido? No me extrañaría que hubieran muerto de asco, porque lo que la Junta de Andalucía está haciendo contra la educación es de vergüenza: ni conocimientos, ni «conciencia crítica», ni nada que se le parezca. Sólo seiscientos euros para los alumnos que asistan a clase y siete mil euros para los profesores que quieran aprobarlos por asistir.
Uno de los métodos más seguros para conseguir una baja laboral por esquizofrenia, consiste en ver los últimos episodios de la serie «Cuéntamente cómo pasó» e inmediatamente cambiar a «Fama», «Gran Hermano» o «La isla de los famosos». Y entonces viene la pregunta del Tranxilium: ¿Cómo un país tan progresista, solidario y políticamente correcto como el de la serie, se convirtió en el refugio de cretinos, pelagatos y cacasenos de los concursos? El problema es que en lugar de escuchar a los maestros, hay gobernantes que prefieren que el problema lo resuelvan los guionistas de teleseries.
No se me escapa que el pensamiento y la ideología de los profesores son de lo más diversas, pero la grandeza de su gesto radica en que les une la integridad, el decoro y la coherencia. Así, maestros progresistas y conservadores, creyentes y no creyentes, jóvenes y veteranos, interinos y con plaza, todos se han indignado moralmente porque el vergonzante plan de calidad de la Junta atenta contra su propia deontología profesional. Es decir, recibir dinero a cambio de aprobar a un estudiante que no merece aprobar. Es como si a un médico se le pagara para que engañe a sus enfermos diciéndoles que están sanos. Es como si a una mujer maltratada se le diera dinero para que niegue las palizas. Es como si a un juez se le sobornara para que dicte una sentencia injusta.
No hay estamento más maltratado que el de la enseñanza, pues a la destrucción de su autoridad, al menoscabo de su salud física y mental, a las agresiones de padres y alumnos, y a la pérdida del poder adquisitivo de sus salarios, se ha sumado el desprecio de una Junta de Andalucía que encima esperaba que se vendieran por un plato de lentejas.
Me haría ilusión que a los maestros y profesores les constara que su conducta nos devuelve la confianza en la enseñanza pública y que nos han enseñado con el ejemplo. Con la decencia de la docencia y viceversa.
1 comentario
José Francisco Pérez Durán -
Saludos, y espero que todas las discrepancias ideológicas puedan ser salvadas (superadas) y tener tu rica participación en el blog,
Un abrazo de Pepe Paco.